¿Crees que eres la persona más infeliz del mundo por tener que madrugar para ir a la escuela?
¿Te gusta disfrutar la cama calentita un rato más, aunque ya hayas despertado?
¿Eres de las personas que creen que los gallos son los que se ponen en pie más temprano?

¿Piensas que tú y la familia son las únicas víctimas del horario
de verano?
Ah, pues te conviene conocer la historia de Hipólito el ordeñador. Si te gusta levantarte temprano, aquí podrías encontrar tu verdadera vocación; pero si no te gustan las desmañanadas, a lo mejor sirve para encontrar algo de consuelo.
Hipólito vive en las cabañas que se encuentran al lado de un establo lleno de vacas. No es su casa, pero ahí tiene que habitar si quiere llegar a tiempo a su trabajo. Se levanta cuando en algunas ciudades hay gente que apenas se va a preparar para dormir: a las tres de la mañana.
¿Las tres? Eso es una exageración, si ni siquiera hay luz del día. Es más: sigue siendo de noche. Vaya, hasta podría ser el encargado de despertar al gallo para que cante varias horas después.
Puede ser, pero ésa es la hora en que debe ponerse en pie. Él trabaja como ordeñador de vacas, y así apenas tiene tiempo para terminar de despertar y tomar un café de olla antes de salir para el rancho.
Leche fresca en buena hora
Cuando Hipólito llega nadie más se encuentra en el establo; sólo sus compañeros ordeñadores. El dueño, el administrador, los peones y pastureros siguen durmiendo hasta más tarde.
¿Y por qué no sigue su ejemplo?
Seguro que le gustaría, pero no puede ser: el tiempo apremia. La leche debe ser entregada durante las primeras horas de la mañana para que la gente pueda desayunar, o debe ser mandada a las tiendas antes de que comience el ajetreo de las calles.
Este producto de la vaca se echa a perder con facilidad, y por eso ha de llegar con rapidez a donde pueda ser refrigerada.
Pero son muchas horas de espera, ¿no?
Así parece, pero apenas hay tiempo suficiente. Extraer la leche puede tardar varias horas, dependiendo de la cantidad de animales con los que se vaya a trabajar, aunque se utilicen máquinas automáticas. Serían entre 6 y 10 minutos por animal, pero lo malo es que puede tratarse de más de un ciento de ellos. La ventaja es que en una sala puede haber varias ordeñadoras funcionando al mismo tiempo.